Thursday, August 23, 2007

Los miedos del librero y el Dr. Colinhas


El Dr. Colinhas es, lo que se dice, un buen cliente. Tiene la característica básica, la condición sine qua non de “buen cliente” de una librería: acude con regularidad y en cada visita compra muchos libros. Pero, quizás debido a nuestra jactancia, nos interesa especialmente el Dr. Colinhas porque nos encanta que un cliente que demuestra “saber mucho de libros”, compre libros que consideramos de literatura “de calidad”, de los nuestros.
El Dr. Colinhas, –que viene una vez cada quince días y compra entre diez y doce libros-, es anestesista y tiene una casa en la montaña. Allí se va con sus libros los fines de semana y se dedica a leer. Me lo figuro siempre en la misma silla. Una mecedora de esas que pueden usarse en interiores o en exteriores: en invierno lee y se mece junto a la estufa y en verano en el jardincito de atrás, debajo de una tipa llorona.
No habla mucho el Dr. Colinhas. No es de esa clase de falsos “buenos clientes” que se dedican a demostrar lo mucho que saben, lo mucho que han leído y cuán comprometida es la literatura que mas les gusta, pero al final no compran casi nada. No, al Dr. sus lecturas se le transparentan, no hace falta que hable mucho de ellas, se notan en los libros que compra y en los únicos libros de los que a veces habla, o sea, los libros que odia. Porque el Dr. Colinhas expresa con toda rotundidad cuánto desprecia a un libro o a un autor. Critica sin miedo a empacharse. Da gusto escucharlo blasfemar. Y seguramente hay muchos autores a los que admira, pero en la pasión que pone cuando habla de los que no le gustan se ve la amplitud mágica del disfrute literario, que no sólo abarca el trato con lo admirado, sino también con lo despreciado.
Pero no hablemos mas de lo que tiene que ver con cuánto ha leído y disfrutado con la literatura el Dr. Colinhas, sino de lo que a mi verdaderamente me impresiona, esto es, cuánto desea el Dr. Colinhas seguir leyendo y disfrutando de la lectura. Porque es presumible que el Dr. Colinhas tiene que dedicar absolutamente todo su tiempo de descanso (de no trabajar o dormir) para leer todo lo que lee. Su vida familiar ha de ser muy tenue. Hijos ya mayores, fuera de casa, y una mujer casi muda. Si sumamos a esto la tranquilidad de la casa de campo y las enormes horas muertas de las guardias (que sólo los médicos mas sosegados consiguen “aprovechar” de alguna manera), tenemos unas condiciones óptimas para el adicto a la lectura.
Pero debe darse otra condición, la que yo mas admiro (la que creo que nunca tendré), una condición de abstención, de renuncia a la acción, una verdadera elección por la quietud de la contemplación. Porque todas esas horas podrían usarse para trabajar (en el sentido de producción, no de coacción asalariada), a “hacer cosas”, se podría dedicar a diseñar barriletes o sillas, o a buscar una vacuna contra el sida, o a militar en una asociación pro-eutanasia, o incluso si tanto sabe y le gusta la literatura, a escribir un libro. Sobre todo, eso; esa es la renuncia que me inquieta: el Dr. Colinhas ama tanto o más que nosotros la literatura, pero solamente está interesado en leer. ¿Cómo gustándole tanto leer relatos ha renunciado a esa forma tan intensa de conocer una historia que es escribirla?
Envidio al Dr. Colinhas, y su sonrisa tranquila es como un aviso para mi. Dice: “Cuidado muchacho, que puede que eso de leer siempre pensando en escribir te produzca al final una verdadera esclerosis espiritual irreversible"

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