Sunday, June 22, 2008

Del caracater contingente de la posibilidad de transmisión de las ideas o de cómo la razón y la fé también pueden ir de la mano

Cuando con mi hermano nos acercamos al viejo Pietrosphoros, estamos siempre intentando dirimir una rencilla verbal, ridícula, pequeña, pero de no livianas consecuencias metafísicas. Dice el viejo Pietrosphoros que tiene un problema de expresividad y que por eso está ahí tirado, frustrado en sus verdaderas tendencias vitales. Dice que él piensa los pensamientos más complejos de cuantos hallan sido pensados en la historia de los hombres. Ni Karpov, ni Kasparov, ni Einstein, ni Yaka Zulú, ni Hawkings, ni Donald Rumsfeld, ni John McEnroe, ni Homero, ni Platón, ni Alejandro Magno, ni Marco Polo, ni el Rey Juan Carlos, ni Churchill, ni Tintín, ni siquiera el profesor Tornasol pueden igualar la generación brutal de pensamientos únicos, complejos, inmortales del viejo Pietrosphoros, si hemos de dar por buenas sus propias declaraciones.

A mi el viejo me causa risa y me indigna un poco que mi hermano y yo volvamos una y otra vez a escucharlo. Para mí es un loco y nada más; alguien que se cree que es todo lo que le gustaría ser. Ahora bien, mi hermano afirma en cambio que lo que sostiene el viejo Pietrosphoros es perfectamente viable: sólo hace falta un poco de confianza en la palabra de las personas que no conocemos, que no por vestir distinto a nosotros y por llevar una vida alejada de nuestros valores, tenemos derecho a llamarlos mentirosos. Si hubiera un gran pensador, dice mi hermano, superior a todos los anteriores a él en la historia y tuviera (como dice el viejo Pietrosphoros de sí mismo) un problema de expresividad ninguno de nosotros podría conocer esas gemas de un entendimiento sublime y su dueño probablemente se angustiaría, se deprimiría, abandonaría todo hábito de higiene y se daría ¿por qué no? a la bebida, tal como le sucede al viejo Pietrosphoros.

¡Grande viejo, aguante, yo te creo y no me importa nada más!, grita mi hermano

¡Viva el pensamiento!

¡Viva la confianza en el intelecto humano, pero por qué no también en la capacidad de los hombres para confiar unos en otros!

1 Comments:

Blogger p. said...

belsefast volvióse hacia sus discípulos y con voz tronante movió arenas y ranas, espaciosos pianos y linternas, y algún que otro astro; diciendo:
en cada revolución al oasis
un grano de arena se agrega


que la temporada de frambuesas los coja con apetito,
p

10:27 PM  

Post a Comment

<< Home