Cómo llegué a ser tan feo

París, 1996

Corría, sí, el año 1996, yo tenía 19 y viajé a Europa como tantos jóvenes pudientes hacían entonces. Cuando volví a Buenos Aires las mujeres empezaron a hacerme la vida imposible. Yo casi había terminado de crecer y estaba demasiado guapo; no me dejaban en paz. Al principio intentaba contentar a todas las que podía, pero era una política extenuante: yo me entrego mucho en el amor y acababa los días verdaderamente vacío.

Empecé entonces a ignorar guiños, a rechazar propuestas jugosas y a buscar la soledad sistemáticamente. Pero esto no mejoró la situación, sino que la agravó hasta niveles intolerables: parece que esta actitud esquiva mía me convertía en mas  hermoso todavía. Las chicas empezaron a flagelarse al ser rechazadas por mí. Al principio solían llorar y rasguñarse los muslos hasta sangrar. Me convertí en un tótem negativo de su deseo: muchas chicas después de verme se arrancaban los ojos para no volver a ver nada después. Algunas al haber intentado seducirme sin éxito se tiraban por la ventana delante de mí. Otras optaban por enterrarse vivas o tirarse a un río y dejarse llevar.

Decidí hacer algo. No podía seguir viviendo una vida tan estúpidamente dolorosa. Empecé a comer y a beber de más. Dejé de afeitarme y las drogas pasaron a ser compañeras inseparables en mi rutina sedentaria. Justo por esa época me enamoré de mi mujer actual, que no solo era la mas hermosa que había conocido sino que comprendió, se apiadó de mi situación y me instó y me ayudó a ponerme más gordo y más abandonado. Me prometió que igual me iba a querer siempre.

Me vine entonces a Madrid a vivir con ella y pude estar por fin más tranquilo. Pero no olvidé la lección y no dejé de comer y beber a lo bestia, de drogarme y  reptar por la vida.  La estocada final fue trabajar 12 horas por día en el ridículo negocio de los libros. En pocos años aumenté 20 kilos y así es como llegué a ser tan feo.

 Vallekas, 2013