Sunday, April 26, 2009

Primicia

Primicia, la Astucia de la Razón visita la casa de Gran hermano y conversa con sus habitantes. A continuación, algunos momentos calientes…

“Yo soy la Astucia de la Razón. No la destreza de la Razón como habitualmente me han entendido a pesar de llamarme Astucia. Sí, me han entendido como destreza la mayoría de los grandes sistemas de pensamiento. Han creído que yo era una especie de capacidad para salvar obstáculos, una especie de fuerza de la efectividad que permite a la Historia avanzar. Y sí, soy el motor de la Historia, qué duda cabe, pero no consisto simplemente en la capacidad de sortear obstáculos, sino también y sobre todo, en el modo en el que se superan. (…)

¿De qué modo?

Con Astucia. Inesperadamente, como un chasco, simple y retorcido al mismo tiempo. Soy lo que intentan ser los escritores y los poetas: un generador de desenlaces inesperados y plausibles a la vez. (…)

¿Qué por qué soy así? ¿Debo ser así o es casualidad? Uff, es una historia un poco larga, pero como no pienso volver a hacer declaraciones públicas en primera persona en los próximos quince mil años, haré hoy un pequeño esfuerzo.

El tema acá es que la Razón es un gordo fofo. Sí, que se acabe la farsa, hoy, aquí, su real Astucia, devela que su sujeto, la Razón, es un rey obeso, cargado de rollos, enfermo de pereza, gobernado por la pereza. Es curioso, ¿no? La esencia de la Razón, su yo oculto y despótico, su verdad, es nada menos que la pereza. Los grandes filósofos han referido la Razón a muchas cosas, pero no han descubierto su verdadera identidad. ¿Y por qué no lo han descubierto? Porque los grandes filósofos son diestros desde luego, pero no son astutos. Sí, ellos son fibrosos y obstinados, y ella, la Razón, es fofa, perezosa. Y sin embargo, siempre logra huir de ellos. Porque es astuta. La astucia es la única arma cuando uno está gobernado por la pereza. Por eso yo, Astucia de la Razón, existo.

(…)

Bien, por ejemplo, en determinado momento, presa de su dejadez, la Razón se deja estar y el fascismo parece desaparecer de España con la muerte de Franco y la decadencia de su régimen. ¿Qué hubiera hecho la Razón si quisiera mantener el fascismo y simplemente fuera “diestra” y aplicada? Hubiera ido asentando una continuidad militar inexpugnable del régimen; vendría fomentando desde mucho tiempo antes ese poder. Pero la Razón, como buena gorda porreta y soñadora, se dejo estar y los acontecimientos se precipitaron, los militares ya no tenían el poder, ese régimen era insostenible en la coyuntura mundial de los 70’, pero el fascismo no podía desaparecer ¿cómo conservarlo ahora? Para resolver este entuerto sólo cabía Astucia, y a mi se me encomendó como siempre, la Razón, para que le salve las papas del fuego.

Decidí que la política dejara de importar y me concentré en mi territorio favorito: el mundo de la cultura. Decidí entregar todo el valor simbólico (como la antorcha de Prometeo) a un grupo de homosexuales de provincias llegados a las grandes ciudades a finales de los 70’, ávidos de libertinaje y plástico. Serían músicos mediocres y simplones y cineastas exagerados y grotescos. El principal de ellos sería un histérico supersiticioso, cuya poética (y en estos detalles resido yo, la Astucia de la Razón, lo que ningún filósofo o escritor podría nunca imaginar) estaría robada del más patético de todos los géneros discursivos del arte iberoamericano: el culebrón.

¿Qué tiene que ver todo esto con el fascismo? ¿Por qué la Razón quiere mantener en determinados momentos el poder fascista? Si fuerais verdaderamente astutos, lo sabríais.

(…)

¿Qué no os vale con un ejemplo tan local? ¿Quereis uno a nivel mundial?

Bien, aunque me canso de sólo pensarlo, os contaré otra engorrosa historia de la Historia, ya que insistís, y yo soy su motor, y la ocasión es única…

Después de varios siglos de, qué digo varios siglos: después de todo la historia, alimentando por medio de la injusticia y la pobreza el espíritu emancipatorio aquí y allá de diversas formas: cristianismo, ilustración, socialismo; después de haber mantenido firme el axioma de la civilización, la idea nuclear de que “el sufrimiento da status” y al mismo tiempo, la humanidad debe ser emancipada de él; llegado un momento dado, con el progreso tecnológico rulando a toda máquina, ¿cuál hubiera sido la manera de mantener la situación espiritual de sufrimiento en occidente, terminada la segunda guerra mundial, con la guerra fría? Si la Razón sólo fuera diestra y aplicada, hubiera generado una tercera guerra mundial, hubiera vuelto a instalar la miseria y el hambre en el occidente rico. Uf, pero qué pereza otra vez lo mismo, pero con bombas más grandes…

No. Hubo que recurrir a mi, a la Astucia otra vez, para dar lugar a una solución menos costosa que una guerra. ¿Cuál fue la solución? Dar lugar a un momento de bienestar (segundo mitad del siglo XX) y abundancia tan bestial qué sólo pudiera generar culpa, la nueva forma de materialización del sufrimiento en las grandes potencias: bienestar y abundancia y al mismo tiempo continua visualización de la miseria del resto del mundo: culpa garantizada y reflejada patéticamente en el mundo de la cultura, en películas y libros, no sólo sobre la pobreza y el hambre en África, sino sobre la incomunicación y la alienación en las metrópolis ricas. “¡Oh, qué terrible es tener tres coches, dos ordenadores, móviles, agua caliente y comidas de todo el mundo a mi disposición cada vez que lo requiera!”

¡Ja! Sólo yo podía conseguir este modo sutil, metamoral de pervivencia del sufrimiento en medio de la abundancia.

(…)