Thursday, March 22, 2012

Un bastión de la negligencia


De pronto me di cuenta que había un nuevo orden de los libros en las estanterías de casa. Yo normalmente los acumulaba sin ton ni son. En el suelo al lado de mi cama, sobre los sillones, sobre las mesas. Era Valeria, la chica rumana que limpiaba mi casa la que los colocaba en las estanterías. Vi, decía, un orden: que los libros de poesía estaban casi todos juntos, que había una estantería que reunía los 4 o 5 libros de metafísica medieval que poseo. Vi novela latinoamericana contemporánea claramente agrupada, al lado de cómic porno y biografía. Lo raro es que esto no pasó de un día para otro, tuvo que ser un orden progresivo, a base de clasificación fragmentaria, diaria, de los montoncitos de libros que Valeria se encontraba por el suelo. Pero mas allá del cómo y el cuándo, este orden implicaba que Valeria leía poesía, narrativa y teatro y que entendía filosofía, algo al menos. Esa chica de 24 años, increíblemente delgada, pero con unas tetas terribles, con esa cara afilada y esa timidez desafiante y prácticamente inexpugnable (salvo cuando hablaba de su pueblo, de su vida trabajando con los animales en el campo, recuerdos que la alegraban y la volvía mucho mas expresiva), esa chica de la limpieza era sensible y se rebelaba en secreto contra la mediocridad de su tarea. Era conmovedor, habría que decir aquí.

En cuanto noté el cambio, estallo en mi, cómo no, la fantasía, la novela: joven intelectual, librero progresista, agitador de fantasías en barrios deprimidos, filósofo truncado pero piola, inicia una sutil relación de comentario/recomendación de libros/intercambio espiritual con su mucama rumana. Habría algo de My fair lady, de Pigmalión y algo de esa película tan mala de una mujer que trabaja de criada con Beethoven (o no sé qué gran artista muy huraño) o tantas y tantas y historias de niño sensible-criada super inteligente y no perteneciente a su clase. Además, Valeria era un bombón, la novela podría ser picantita picantita.

Sin embargo, siendo sinceros, a mi imginar las novelas me divierte, pero escribirlas o vivirlas, me da muuuucha fiaca. Así que el hallazgo del orden en las estanterías me aportó sobre todo una información desagradable: Valeria leía sin permiso en horas de trabajo.

La eché a la calle al día siguiente, sin indemnización.

Para algo le pagaba en negro, no?