Monday, August 16, 2010

No sé qué hay adentro

A mi el ecuatoriano cada vez me cae mejor. Me fui haciendo para nada amigo, pero sí que me respetaba, me hablaba de usted.

Era como si yo fuera un gran cliente. Aunque yo nunca tomaba más que uno o dos cafés y le ocupaba la mesa durante horas casi cada día, desparramaba los libros, el cuaderno, encendía y apagaba el ordenador y se lo enchufaba cuando no le quedaban baterías.

Una noche de un día que pasé semi-borracho y odiándome, dando vueltas en la habitación a oscuras, me di cuenta que me había dejado mi abrigo en el bar.

El abrigo no me importaba, podía vivir sin él y seguro que el ecuatoriano me lo había guardado. Pero en un bolsillo del abrigo llevaba mi bolsita de piel de vaca, mi bolsita de la droga…Y no estaba para nada vacía esa bolsa. No podía hacer nada más que esperar. Me dormí recién un ratito de seis a ocho.-

Lo primero que hice al despertarme fue ir al bar y esperé. Y recién al rato de estar en la barra tomando café y leyendo el diario, el ecuatoriano se me acercó con el abrigo y me lo dió. “Ayer se olvidó esto, caballero…” Lo agarré un poco ansioso y por suerte, antes que pudiera comprobar que los bolsillos estaban vacíos, el ecuatoriano sacó mi bolsa de piel de vaca de abajo del mostrador y me la dio mientras decía

- Y esto lo encontré caído debajo de su mesa. Supongo que es suyo

- Sí, es mío

- …

- …

- No se preocupe, caballero: no sé qué hay dentro. La encontré cerrada y jamás se me hubiera ocurrido abrirla.

A mí el ecuatoriano me cae cada vez mejor.