Friday, September 04, 2009

Me ayudan no pasándome la bandejita justo cuando estoy cerrando los ojos

La línea aerea de bajo costo viste a todos sus empleados de naranja.
Dicen que ahorran en todo, pero a nivel de personal, yo los veo hipereficientes: hay decenas de pibitos y pibitas naranjas desperdigados por el aeropuerto cumpliendo con su deber.
Tuve que hacer unos trámites por cambios de horarios en atención al cliente y me resolvieron en menos de cinco minutos todo el entuerto.
Y no me mintieron en nada, todo lo que dijeron, lo cumplieron.
Después, en el avión, gracias a que la comida no está incluída en el precio, no me molestan pasándome la bandejita justo cuando estoy cerrando los ojos, ni me preguntan pollo o pasta; se limitan a pasar con sus carritos naranjas y servir diversos líquidos a quien se los pide.
Los aviones también son medio naranjas por dentro y las bolsas de residuos con las que pasan un ratito antes del aterrizaje para que los propios pasajeros colaboren politlyment colocando su rabbish, también son naranjas, con el logo de la compañía.
Cuando el vuelo termina y los pasajeros se dirigen a la salida, justo antes, como es habitual, paradas una al lado de la otra, casi hombro con hombro, sonríen y saludan "hasta la próxima..."las azafatas. Bueno, en el caso de la compañía de bajo costo, una de esas azafatas que te despiden tiene una bolsita para recogida de donaciones de los viajeros para el “charity partner” de 2009: la “Alzheimer Society”. Para mi sorpresa, muchos de los pasajeros (diría que casi la totalidad de los ingleses mayores de 50 que viajan delante de mí) antes de bajar del avión, depositan alguna moneda en la bolsa (la tenían preparada incluso de antes). Al pasar al lado de esta azafata-misionera, no puedo evitar mirar de reojo la bolsa de la caridad colgando abierta entre sus manos, para confirmar que sí, que por dentro también es naranja.