Saturday, October 04, 2008

Easton Ellis se la come, Minguito se la da.

Viaje de egresados, droga y alegría. Despilfarro. El viaje en micro por la pampa ya es un carnaval. Durante la estadía en Bariloche sigue la locura. Paseos por la nieve durante el día y largas colas apagadas por la resaca constante porque no hay sueño. Todas las noches de discoteca en discoteca. Sexo adolescente y uso abusivo de estupefacientes. Silencio, la segunda mitad de una de las noches: una de las chicas se pasa con las pastis, tiene un ataque de angustia y se corta los tobillos con una yilé. Desengaño amoroso se rumorea. La piba se mejora y la locura se consume dulcemente en los últimos días y noches de bardo. En el viaje de vuelta, el micro recorre la misma pampa pero al revés y los teenagers resacosos piensan en el futuro. De pronto Quique, un chiquito callado y pelirrojo que durante todo el viaje consumió a solas su propia droga y bailó siempre solo, pide la guitarra a unos pelilargos que cantan versiones de rock clásico con un acento inglés apestoso. Toma entonces la guitarra, y ante la mirada de casi todo el micro, hace una versión de “La última curda” tan emotiva que deja en silencio a los pelilargos durante diez o quince minutos. Después, como una hora antes de llegar a Buenos Aires, los pelilargos bajan a Quique al baño del micro y le rompen la cara a patadas.